Hace un par de días Carles abrió la lata «especialista/generalista» con su entrada «Es mejor ser especialista o generalista» en una entrada inspirada e intimista que debe ser leída con música jazz de fondo. Por mi parte me veo obligado a responder negando la mayor. O sea: la pregunta que nos plantean se basa en asumir una la dicotomía de generalista/especialista y esa dicotomía no es tal. Niego la mayor. Y estos son mis argumentos.
Muchos confunden la diferencia en dominar una disciplina y alcanzar la perfección en ella. No olvidemos la ley de Pareto, o principio 80%-20%. El 80% de los resultados proviene del 20% de las causas. ¿Que tiene que ver esto con el tema de la entrada? Tiene que ver con el ritmo de aprendizaje.
Al empezar a aprender una disciplina los esfuerzos aportan unos resultados determinados, hasta llegar a cierto punto – digamos cuando hemos llegado al 80% del dominio/conocimiento – en el que cada vez nos cuesta más esfuerzo incrementar nuestro nivel. En los niveles avanzados de cualquier disciplina es cuando el iniciado se da cuenta de cuan poco sabe de la materia y cual pequeño saltamontes debe trabajar durante años ( 10.000 horas como mínimo dicen los gurus) para incrementar su nivel de saber y llegar a la perfección en su disciplina.
Supongamos que vamos a estudiar Japonés. Seguramente en un intensivo de 6 meses podemos llegar a comprender el 80% de lo que nos dicen el 80% de las veces. ¿Cuanto tiempo vamos a necesitar para llegar a entender el 90% de lo que nos dicen el 90% de las veces? ¿Y el 95%? ¿Y el 100%?
¿Realmente debes/quieres llegar a la perfección, o te basta con dominar? Esta pregunta no tiene una respuesta valida. Lo importante es que cuando llegues al nivel de dominio (el 80% con el 20% del esfuerzo) te hagas la pregunta.
Hace 19 años pasé 4 meses trabajando en Italia, aprendí los suficiente para entender y hacerme entender el 80% de las veces. El 20% de las veces me hago entender probando con otras palabras, gesticulando o recurriendo al Inglés. Sin hablar perfectamente el Italiano, lo domino lo suficiente para tener conversaciones formales e informales, hablar por teléfono – ahí no valen los gestos, e incluso he sido invitado a todos los actos de una boda Sarda (en Cerdeña) … una experiencia que siempre recordaré.
Aunque uno, o una, decida que quiere especializarse en una cosa según la regla de las 10.000 horas solo haría falta dedicar 3 horas al día durante 10 años. ¿No era así? Mi día tiene 24 horas. !Queda tiempo para ser generalista!
El problema es que nuestro sistema educativo se ha convertido en una máquina de hacer especialistas. La educación que tenemos está al servicio de la industria y la industria necesita especialistas. Pues eso es lo que hacemos. Echad una ojeada a cualquier grado universitario. En Historia no se enseña ciencia o ingeniería. En ingeniería no se enseña retórica o filosofía. Y la mayoría sabemos que el MAC en 1984 no hubiera tenido fuentes de letra si Steve Jobs no se hubiera inscrito en un cursillo de caligrafía al dejar los estudios.
Y en la vida laboral es posible que continue esta especialización. Si programas en C++, te vas a tirar el día programando en C++. Quizás llegues a ser un gran especialista y quizás te lo valoren económicamente. ¿Pero … que va a suceder si un cambio tecnológico, económico o social deja tu especialidad como una curiosidad obsoleta?
Aprender distintas disciplinas nos aporta una visión más amplia del mundo, nos aporta novedad, emoción y nos brinda más oportunidades de encontrar la disciplina en la que realmente tenemos talento innato y podemos ser los mejores.
En la actualidad existen muchas inercias que nos impulsan a especializarnos exclusivamente en algo, olvidando que hay muchas cosas apasionantes que aprender.
«Un ser humano debería ser capaz de cambiar un pañal, planificar una invasión, degollar un cerdo, comandar una nave, diseñar un edificio, escribir un soneto, balancear cuentas, construir un muro, encajar un hueso roto, dar soporte al moribundo, obedecer ordenes, dar ordenes, cooperar, actuar por su cuenta, resolver ecuaciones, analizar un problema nuevo, esparcir estiércol, programar un ordenador, cocinar una comida sabrosa, luchar con eficacia y morir galantemente. La especialización es para insectos‘.
Con esta pregunta me gustaría abrir un debate en el que te invito a participar.
Planteo este tema porque Carlos nos ha enviado un mensaje en el que nos pregunta:
¿Qué hacer: aprender todo lo que aparece nuevo o especializarse en algo ya conocido?
Esto viene a raíz de un episodio de mossegalapoma en el que hablamos de aceleración tecnológica. Había dos desarrolladores invitados y salió el típico debate de si es mejor ser especialista o generalista.
Carlos nos ha contado por correo que trabaja en el mundo de la construcción y nos cuenta cómo él se encuentra en este dilema debido a los avances que se producen en su campo.
Finalmente, nos pregunta:
¿Habría otras profesiones donde pasa esto?
Especialistas y superespecialistas
La primera profesión que me viene a la cabeza para responder la pregunta anterior es la de médico. Hace cien años un doctor podía tratar de curar muchos tipos de enfermedades. Hoy en día hay superespecialización. Lo cuenta Atul Gawande en su fantástico libro «El efecto checklist«. Gawande empezó como cirujano general pero afirma que, excepto en zonas rurales, hoy no existe tal cosa. Decidió centrarse en cirugía oncológica pero incluso esto era demasiado amplio. Ahora, además de ser capaz de practicar cirugía general especialmente para emergencias, ha desarrollado una experiencia en extirpar cánceres de glándulas endocrinas.
Atul Gawande pone también ejemplos del mundo de la construcción. Hay un capítulo que se titula «El fin del maestro de obras». Desde la edad media, a menudo se contrataba un maestro de obras que supervisaba varios aspectos de la construcción: diseño, ingeniería, fontanería…
Sin embargo, a mediados del siglo XX la figura del maestro de obras desapareció. Los avances y la sofisticación que aparecieron en la construcción hizo imposible que una sola persona dominara tantos aspectos.
Generalistas: aprendices de todo, ¿maestros de nada?
En su día fui programador de aplicaciones para móviles, cuando los móviles eran unas carracas con pantalla minúscula y monocroma. Programaba en un lenguaje llamado JavaCard, una especialización de Java para hacer aplicaciones para tarjetas SIM. Si me hubiera quedado, sería un especialista en la materia. Pero me fui porque me aburría como una ostra.
Ahora soy profesor de informática de Formación Profesional. Me ha tocado impartir asignaturas muy distintas: Redes Locales, Ofimática, Bases de Datos, Sistemas Operativos, Programación, Seguridad Informática… Te aseguro que me he reciclado un montón desde que soy profesor. Si fuera programador, sabría mucho de una cosa y muy poco de otras. Ahora sé algo de muchas cosas, soy generalista.
Reciclarme como informático me ha aportado ventajas en mi vida profesional y personal. He aprendido cosas nuevas y algunas las he aplicado en otros contextos fuera de mi trabajo.
Hace unos meses me planteé ir a trabajar a Irlanda y busqué algunas ofertas de trabajo. Vi una oferta de Google Dublín que me llamó mucho la atención. No recuerdo el nombre del puesto pero sí lo que pedían: una persona con ciertos conocimientos en una serie de tecnologías pero con capacidad de comunicación tanto con el equipo de desarrolladores como con clientes de empresas. Pensé que sería un buen puesto al que optar. Tengo suficientes conocimientos técnicos para entender las bases de lo que tocaran los ingenieros y las dotes de comunicación para entenderme con los clientes.
Precisamente la habilidad de comunicar la he trabajado los últimos años en paralelo con mi trabajo de profesor. Si me hubiera superespecializado en algún campo de la informática no creo que hubiera tenido tiempo para mejorar mi capacidad de comunicar de forma eficaz.
¿Especialista o generalista?
Creo que es difícil responder a la pregunta sobre si es mejor especializarse que ser generalista. Para empezar, creo que la respuesta está en función de la personalidad y de los intereses de cada uno.
Hay quien quiere ser el mejor en un campo. Hay quien prefiere conocer más cosas, aunque pierda en profundidad. Esto último no impide profundizar de vez en cuando en algunos temas y posicionarte como referente. Otras veces no se puede elegir y depende de las circunstancias como el cirujano general que tuvo que especializarse.
El contexto también cuenta. En una pequeña empresa, un programador que sepa un poco de todo puede resultar muy útil. En una empresa puntera quizá necesiten superespecialistas.
En la web tener un micro nicho te puede ayudar a posicionarte rápidamente. Llevo ocho años escribiendo en blogs, empecé bastante generalista y he ido especializandome. El blog con más visitas, con diferencia, es el de Chromecasteando que toca un nicho muy específico (Chromecast) y que parece que soy el único que habla de él en castellano. Con todo, tampoco soy un superespecialista, simplemente tengo más conocimientos que la mayoría de usuarios de este dispositivo.
Debate abierto
En zetatesters nos gustaría que opinéis respecto este tema, que nos contéis vuestras experiencias y que os posicionéis. Carlos nos sugirió que hablemos de ello en el podcast. Nos encantaría poder contar con vuestras aportaciones.
Os recordamos cómo podéis hacernos llegar vuestra opinión:
Por correo electrónico a somos (a_r_r_o_b_a) zetatesters.com.
ZT 06 Proyectos personales y "Cambia el chip" de los hermanos Heath
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¡Hemos vuelto! Después de quince días, volvemos con el sexto episodio en el que hablamos del poder de los proyectos personales y del libro «Cambia el Chip: Cómo afrontar cambios que parecen imposibles» de los hermanos Heath.
Aquí tenéis las fotos que expuso Carles Caño en su primer proyecto fotográfico, después de diez años de aficionado a la fotografía.
La idea es que tuvieron que pasar diez años hasta que hizo un proyecto fotográfico. Hasta entonces, Carles se había limitado a hacer fotos. Lo curioso es que la iniciativa no fue suya sino de un amigo, que fue quien propuso la idea de hacer una exposición.
Debatimos el tema de los objetivos. Por ejemplo, hay objetivos mal definidos porque les falta concreción y otras cosas prácticas.
Comentamos que los buenos objetivos siguen la filosofía de los objetivos SMART, son:
Centrarte en uno o pocos aspectos. Al estar acotado, tienes restricciones pero en realidad te ayudan a concentrarte y a ser más creativo.
Cumplir plazos. Un proyecto suele tener una fecha límite y eso te obliga a seguir adelante en vez de aplazarlo indefinidamente.
Crear productos o eventos. Obtener tangibles y fomentar logros en vez de simplemente ir haciendo cosas.
Difundir lo que has hecho. Pocas cosas motivan más que saber que habrá gente que lo va a ver o usar.
Somos zetatesters
Seguimos muy contentos porque hemos recibido más cumplidos de algunos de vosotros. Os agradecemos mucho que nos enviéis este feedback tan positivo. Animamos al resto a contactar con nosotros para que nos deis vuestra opinión tanto si es para decir cosas que os gustan como cosas que tenemos que mejorar.
El primo de Marc Alier, alias Coke, ha contactado con nosotros para decirnos que cuestiona la forma en que Tim Ferriss consigue las cosas. Marc Alier explica la diferencia entre hacer trampas y sacar provecho a las reglas del juego.
Citamos también un artículo que publicamos la semana pasada en zetatesters sobre uno de los errores de lógica que más cometemos las personas: el sesgo de confirmación.
Delicatessen: «Cambia el chip» de los hermanos Heath
Los autores de «Made to Stick» en esta ocasión nos hablan sobre cómo fomentar el cambio (individual, de organizaciones o social). En el primer capítulo nos muestran las bases de lo que tratará el libro y nos hablan de un jinete que monta un elefante y tiene que dirigirlo por caminos para ir a algún lugar. El jinete representa nuestra parte racional, el elefante la parte emocional y el camino el contexto y las circunstancias.
Agradecemos a Normion que participara en el reto del episodio 5 (Saber comunicar) para encontrar un buen titular a la información que dimos.
El reto de esta semana consiste en que iniciéis un proyecto personal sobre algo que os apasione. Algunos ejemplos, si te gusta…
Escribir: publica un libro en formato electrónico.
Correr: prepárate para correr una carrera.
Tocar un instrumento: organiza un concierto, compón una canción y publícala.
Pintar, hacer escultura, hacer fotos: monta una exposición.
Hacer manualidades: véndelas en un día apropiado (San Valentín, Navidad…)
Colaborar con causas solidarias: prepara una presentación, organiza un evento.
Cualquier otra cosa en la que eres un experto: organiza un webinar gratuito.
O cualquier otra cosa que cumpla los requisitos que hemos dicho sobre proyectos personales.
Nos encantará que os suméis a este reto y que nos contéis cómo os va. Escribidnos a somos (a_r_r_o_b_a) zetatesters.com, dejad un comentario en la entrada de este episodio o iniciad la conversación en Twitter con @zetatesters.
En los inicios de cualquier proyecto los cumplidos que recibes son un buen combustible para seguir adelante con ganas.
En zetatesters sólo llevamos cinco episodios pero ya hemos recibido feedback positivo por Twitter, por correo electrónico o de personas que conocemos. Cada vez que recibimos un cumplido lo compartimos en nuestro grupo de WhatsApp y lo llenamos de sevillanas. Señal de que vamos muy bien encaminados.
O no…
Tenemos que ir con cuidado porque podemos caer fácilmente en el sesgo de confirmación (confirmation bias). El sesgo de confirmación es uno de los errores de lógica que más cometemos las personas. Es la tendencia a interpretar la información que nos llega para que sea compatible con nuestras teorías, creencias o ideologías. Dicho de otro modo, buscamos información que concorde con nuestras teorías y descartamos las nuevas informaciones que las contradicen.
Parece ser que el sesgo de confirmación es más fuerte con temas más emocionales como la religión o la política. También aparece con más frecuencia cuando hemos invertido mucho tiempo y/o esfuerzo en algo.
La realidad es que hemos recibido cumplidos y eso significa que lo que hacemos gusta. Pero no implica que guste a todo el mundo. Hay personas que no habrán dado feedback negativo porque no suele hacerse. ¿Para qué tomarme la molestia de contactar con alguien si le voy a decir algo «malo»?
También ha habido algunas opiniones de personas cercanas que nos han dicho cosas que no están tan bien. En proporción han sido menos pero ahí están.
Supongamos que en zetatesters pensamos que lo estamos haciendo muy bien (es un ejemplo, sabemos que tenemos mucho margen de mejora ;-). Si sólo nos fijamos en los cumplidos, estaremos confirmando nuestras teoría y seremos víctimas del sesgo de confirmación.
«Los hechos no dejan de existir sólo por obviarlos» ~ Aldous Huxley.
Otro ejemplo, supón que quieres comprarte un smartphone en Amazon. Te gusta mucho ese modelo y conoces bien sus puntos fuertes. Es un poco caro y decides leer las reseñas de los clientes que lo han comprado. Si haces como la mayoría, te fijarás más en las reseñas positivas que en las negativas. De nuevo, víctima del sesgo de confirmación.
El ejemplo anterior lo he vivido en persona varias veces. Me obligo a leer las reseñas negativas pero hay ocasiones en las que mi mente las desprecia con alguna excusa porque yo ya tengo la idea de que quiero comprarme algún cacharro nuevo. Dicen que a la hora de comprar, elegimos primero con las emociones y luego nos justificamos con razones.
Buscar pruebas refutatorias
¿Qué podemos hacer para evitar el sesgo de confirmación? Buscar activamente pruebas refutatorias de nuestras teorías. Según cuenta Rolf Dobelli en «El arte de pensar. 52 errores de lógica que es mejor dejar que cometan otros» Charles Darwin usaba esta técnica para combatir sistemáticamente el sesgo de confirmación:
«Cada vez que sus observaciones contradecían sus teorías, se las tomaba especialmente en serio. Siempre llevaba consigo un cuaderno de notas y se obligaba a anotar las observaciones que entraban en contradicción con sus teorías en un plazo de treinta minutos».
Fomentar el desacuerdo constructivo
Cuando estamos en una organización puede ocurrir que el sesgo de confirmación lo sufran algunas personas. Según Chip Heath y Dan Heath, autores de «Decídete: Cómo tomar las mejores decisiones en la vida y en el trabajo en estos casos se puede fomentar el desacuerdo constructivo, es decir, encargar a una o más personas que hagan el papel de abogado del diablo ante propuestas de alto riesgo. Su rol: proteger la organización.
Según cuentan en su libro, la Iglesia Católica usó un «abogado del diablo» para las decisiones sobre canonizaciones. Esta figura se conocía como promotor fidei, el promotor de la fe, y su rol consistía en construir un caso contra la santidad. Juan Pablo II eliminó en 1983 esta figura, acabando con 400 años de tradición. Desde entonces, la canonización de santos se ha hecho a una velocidad 20 veces superior que en la parte temprana del siglo XX.
Lo destacado de usar un abogado del diablo no es el hecho de tomar una postura contraria, es la necesidad de interpretar las críticas como una noble función.
La alternativa a crear disensión es buscarla. Si no has encontrado oposición a una decisión es que no has buscado lo suficiente.
El desacuerdo constructivo consiste en rodearse de gente que cuestiona el pensamiento de los que mandan. Lo peor que puede hacer un jefe es rodearse de ovejas sumisas que dicen amén a todo. Son un peligro para el buen desarrollo de cualquier organización.
¿Crees que eres como eres y que no puedes hacer mucho para cambiar?
¿O crees que no importa cómo seas que siempre puedes cambiar sustancialmente?
Si has respondido sí a la primera pregunta tienes mentalidad fija, si lo has hecho a la segunda tienes mentalidad de crecimiento.
La gente que tiene una mentalidad fija cree que sus habilidades son básicamente estáticas. Creen que uno es bueno en algo de forma innata y que las mejoras que puedan tener son relativamente pocas. O se te da bien hablar en público o no se te da bien.
Por contra, la gente que tiene una mentalidad de crecimiento cree que las habilidades son como músculos, pueden desarrollarse con la práctica. Quizá al principio no se te da bien hablar en público pero si dedicas tiempo y esfuerzo podrás acabar siendo un buen orador.
Carol Dweck es una psicóloga estadounidense que ha dedicado su vida a estudiar estos tipos de mentalidad. Es autora del libro Mindset: The New Psychology of Success en el que explica las diferencias entre la mentalidad fija y la mentalidad de crecimiento y cómo la mentalidad de crecimiento tiende a conseguir una vida más exitosa y gratificante.
Las personas con mentalidad fija evitan los retos en los que creen que no saldrán con éxito. Temen que los demás vean los fracasos como un indicador de su verdadera habilidad.
Las personas con mentalidad de crecimiento toman riesgos, aceptan feedback y tienen una visión a largo plazo. De este modo progresan en sus vidas y carreras profesionales.
Cuando hacemos un cumplido a un niño del estilo: «¡Qué listo eres!» o «¡Eres un crack jugando a fútbol!» estamos potenciando la mentalidad fija. Un cumplido de mentalidad de crecimiento elogia el esfuerzo más que la habilidad: «Estoy orgulloso de lo duro que has trabajado en este proyecto».
La cuestión es:
¿Pueden las personas con mentalidad fija aprender a adoptar una mentalidad de crecimiento?
Según Carol Dweck y los experimentos que hizo con alumnos de secundaria, sí se puede.
A un grupo de alumnos les explicaron técnicas de estudio convencionales y al otro grupo les explicaron la mentalidad de crecimiento. Les contaron que el cerebro es como un músculo que se puede desarrollar con ejercicio y que, trabajando duro, podrían ser más inteligentes. Les dijeron que todo es difícil antes de que sea fácil y que recordaran lo malos que eran al principio en cualquier videojuego que acabaron dominando.
En total dedicaron dos horas para explicar la mentalidad de crecimiento a lo largo de ocho semanas.
En el grupo que explicaron técnicas de estudio las notas mejoraron levemente. En el grupo de mentalidad de crecimiento las mejoras fueron significativamente mejores.
En su libro «Mindset», Dweck comenta la ocasión en que estaban presentando la mentalidad de crecimiento a unos alumnos. De repente, uno de los peores alumnos rompió a llorar y dijo: «¿Eso quiere decir que no tengo que ser tonto?».
La mentalidad de crecimiento ve el fracaso como parte natural de los procesos de cambio. La gente persevera cuando percibe los tropiezos como aprendizajes en vez de como meros fracasos.
Inspirado por lo que descubrí hice una sesión de tutoría sobre la mentalidad de crecimiento a unos alumnos de 2º de FP de Informática de Grado Superior. Además de su tutor, yo era su profesor de programación avanzada. Muchos tenían carencias importantes de programación. Había una alumna que había repetido curso dos veces y que tenía pendiente la programación de primero. Según ella, «Era una negada para programar». Le prohibí tajantemente que hablara así de ella misma y le expliqué a ella y a sus compañeros que esa era una expresión de alguien con mentalidad fija.
En una sesión de una hora les estuve explicando las diferencias entre mentalidad fija y de crecimiento. Les dije que podía haber alumnos con más facilidad para programar que otros pero que si les costaba, lo único que tenían que hacer era dedicarle más horas de trabajo. Es decir, todos podrían aprender a programar, todos podrían aprobar la asignatura. Eso sí, tendrían que trabajar duro. Si lo hacían, no habría duda de que lo lograrían.
Recuerdo como si fuera ayer la cara que ponía la alumna «negada en programación». Tenía una expresión entre incredulidad y asombro. Y estaba muy atenta.
Nunca sabré del cierto hasta qué punto le impactó esa sesión de tutoría. Pero a partir de entonces y por primera vez en cuatro años empezó a aprobar todas las asignaturas de programación. Se sacó todo lo que le quedaba pendiente y obtuvo ese mismo año el título de Administración de Sistemas Informáticos.
Me gusta pensar que empezó a adoptar una mentalidad de crecimiento.
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